En el transcurso de la existencia humana, diversos cambios fisiológicos alteran no solo nuestra apariencia sino también nuestro aroma corporal. Uno de los más notables es el denominado "olor a viejito", un fenómeno que, lejos de ser un mito, posee fundamentos científicos sólidos.​

La ciencia ha identificado al 2-nonenal, un aldehído insaturado, como el principal responsable de este distintivo olor. Este compuesto se forma mediante la oxidación de ácidos grasos insaturados presentes en la piel, especialmente el ácido palmitoleico, un tipo de omega-7. A medida que envejecemos, la actividad de nuestras glándulas sebáceas disminuye, reduciendo la producción de ciertos lípidos que actúan como antioxidantes naturales. Esta disminución permite que los ácidos grasos se oxiden más fácilmente, incrementando la presencia de 2-nonenal y, por ende, el característico aroma.

Este olor, descrito como una mezcla de grasa rancia y notas herbáceas, se vuelve más perceptible a partir de los 40 años y se intensifica con la edad avanzada. Aunque factores como la higiene personal y la presencia de ciertas enfermedades metabólicas pueden influir en su intensidad, la aparición del 2-nonenal es un proceso natural e inevitable del envejecimiento.