En un oscuro atardecer de un domingo tranquilo, Ana María Santana le encargó una sencilla tarea a su nieta Carolin, de tan solo ocho años. Le pidió que fuera al colmado cercano antes de que la noche cayera por completo, y le comprara tres velas, un bombillo y una curita para tratar una herida que tenía en su dedo índice derecho, resultado de su labor recolectando café, una actividad que le proporcionaba el sustento para criar a sus cuatro queridos nietos. Sin embargo, ni Ana María ni Carolin podrían haber imaginado que este sería el último encuentro que compartirían.
Ana María recuerda la última vez que vio a su nieta con vida, diciendo: “Ella hacía los mandados rápidamente. Yo la envié al colmado a comprar un bombillo, dos velas y una curita. Salió del colmado, no sé si él la estaba esperando escondido o la siguió”. Su voz revela la conmoción que siente.
La abuela comenzó a preocuparse cuando Carolin no regresó en un tiempo razonable, por lo que empezó a preguntar a los transeúntes si la habían visto. “Como nadie me decía nada, pensé que algo malo le había pasado, que la habían matado o violado”, relató doña Ana María, con emoción en sus ojos.
La tardanza de la niña despertó la alarma de la comunidad, que se movilizó en busca de la pequeña por los caminos empapados de Santana Abajo. Después de varias horas de búsqueda angustiosa, unas pequeñas zapatillas llamaron la atención de una vecina, y minutos después, el cuerpo de Carolin yacía sin vida en el suelo.
La abuela, visiblemente afectada, compartió: “Ella era el amor de mi vida, y no tenía fuerzas para buscarla”.
Por su parte, Francisco Castillo, el abuelo de Carolin, durante la búsqueda escuchó los gritos de una mujer, pero no logró llegar a tiempo. “Cuando llegué, no sabía qué hacer, solo tomé una piedra”, expresó.
El agresor fue acorralado y golpeado por la comunidad hasta quedar inconsciente, después fue entregado a las autoridades pertinentes. La familia de la niña exige que se aplique todo el peso de la ley sobre Derby Santana, el responsable de este acto atroz. La pequeña Carolin se ha convertido en un trágico recordatorio de la vulnerabilidad de los niños y la necesidad de proteger a las generaciones futuras.
