En las calles de San Cristóbal, es cada vez más común ver a niños limpiabotas trabajando hasta altas horas de la noche. Menores, de entre 10 y 13 años, se dedican a lustrar zapatos pasadas las 10:00 p.m., en un intento por ayudar económicamente a sus familias. Estos niños, que deberían estar en casa descansando o preparándose para la escuela, se enfrentan a la dura realidad de tener que trabajar para subsistir.

En una entrevista, algunos de estos niños explicaron que se ven obligados a trabajar debido a la falta de empleo o la enfermedad de sus padres. “Lo hacemos para ayudar a nuestras familias y poder pagar nuestros estudios”, expresaron con notable madurez y resignación.

A pesar de la evidente vulnerabilidad de estos menores, las autoridades encargadas de proteger a los niños, niñas y adolescentes parecen no prestar la atención necesaria a esta problemática. La falta de supervisión y apoyo expone a estos niños a múltiples riesgos, tanto físicos como emocionales, en las peligrosas calles de San Cristóbal.

La situación de estos niños limpiabotas refleja un problema más amplio de pobreza y desatención que afecta a muchas familias en la región. La necesidad de políticas públicas efectivas y programas de apoyo para estas familias es urgente, para que estos menores no tengan que sacrificar su infancia y educación en aras de la supervivencia.