En un gesto de encomiable civismo, la sociedad sancristobalense ha decidido tomar cartas en el asunto para preservar las emblemáticas Cuevas del Pomier, un tesoro arqueológico que data de milenios y que se encuentra bajo la sombra de la actividad minera.

Las Cuevas del Pomier, también conocidas como Cuevas de Borbón, albergan más de 6,000 pictografías y petroglifos, testimonio indeleble de las culturas precolombinas que habitaron la isla. Sin embargo, la proximidad de explotaciones de piedra caliza ha suscitado preocupación por los posibles daños a este invaluable patrimonio.

Recientemente, el experto estadounidense en espeleología, George Veni, presentó un informe señalando los impactos adversos de la minería en la reserva antropológica. Ante este panorama, la comunidad, junto a autoridades locales y organizaciones sociales, ha intensificado sus esfuerzos para proteger las cuevas.

La Defensora del Pueblo, Dra. Zoila Martínez, tras una visita al sitio, hizo un llamado a la unidad para salvaguardar este legado histórico. Asimismo, el ministro de Medio Ambiente, Miguel Ceara Hatton, valoró las iniciativas de la sociedad civil en pro de la conservación ambiental.

No obstante, la situación presenta aristas complejas. Mientras los defensores del patrimonio abogan por el cese de la actividad minera en la zona, los trabajadores de las canteras, cuyo sustento depende de la extracción de caliza, solicitan alternativas que les permitan continuar laborando sin perjudicar las cuevas.

En este contexto, se han propuesto medidas como el traslado de las operaciones mineras a áreas menos sensibles y el desarrollo de proyectos ecoturísticos que pongan en valor las cuevas, generando ingresos para la comunidad y fomentando su conservación.

La encrucijada entre desarrollo económico y preservación cultural plantea desafíos significativos. Sin embargo, la determinación de la sociedad de San Cristóbal es un faro de esperanza que indica que, con voluntad y colaboración, es posible encontrar soluciones que armonicen ambos intereses.

Las Cuevas del Pomier no solo son un vestigio del pasado, sino también un legado para las futuras generaciones. Su preservación es una responsabilidad compartida que trasciende fronteras y épocas.