Cada 10 de julio se celebra el Día Mundial del Bikini, efeméride que conmemora la aparición oficial de esta revolucionaria prenda de baño femenina, presentada en sociedad un día como hoy del año 1946, en la piscina del legendario hotel Molitor de París.

El responsable de tal atrevimiento fue el ingeniero mecánico francés Louis Réard, quien desafió los cánones morales de la época al presentar un diseño de apenas 194 centímetros cuadrados de tela. Nombrado en alusión al atolón de Bikini, donde Estados Unidos realizaba pruebas nucleares, el diminuto traje estalló también en la esfera pública como una bomba simbólica de liberación y escándalo.

En un mundo aún regido por normas conservadoras, el bikini desató controversia inmediata: fue prohibido en países como España, Italia y Bélgica. Sin embargo, su aceptación paulatina marcó un punto de inflexión en la historia del vestir femenino y su rol en la sociedad.

Durante las décadas siguientes, figuras icónicas como Brigitte Bardot, Ursula Andress y Raquel Welch lo popularizaron, convirtiéndolo en sinónimo de modernidad, audacia y empoderamiento. No se trataba solo de moda, sino de una afirmación del cuerpo, del deseo y del derecho de las mujeres a decidir sobre su imagen.

Hoy, el bikini no es simplemente una prenda de baño: es un símbolo cultural que refleja la evolución de la mujer en la esfera pública. En pleno siglo XXI, su significado continúa redefiniéndose entre las tensiones de la estética, la identidad y el feminismo contemporáneo.