Aunque parezca sorprendente, al despertar cada mañana somos un poco más altos que al acostarnos. Esto se debe a un curioso proceso fisiológico que ocurre durante el sueño: la columna vertebral, al quedar libre de la presión de la gravedad mientras descansamos, permite que los discos intervertebrales —pequeñas almohadillas de cartílago situadas entre las vértebras— se rehidraten y se expandan levemente.

Este fenómeno es más notorio en personas jóvenes, cuyos discos poseen una mayor cantidad de líquido. Los estudios indican que, tras varias horas de sueño, podemos ganar entre 0.5 y 1.5 centímetros de altura. Sin embargo, esta ventaja es temporal. A lo largo del día, al estar de pie, caminar o permanecer sentados, la gravedad ejerce su efecto: los discos se comprimen, pierden agua y se aplanan, devolviéndonos a nuestra estatura habitual hacia la noche.

La doctora Yasmín Saldaña, especialista en fisioterapia y biomecánica, explica que este proceso es una muestra de cómo el cuerpo humano está diseñado para renovarse durante el descanso. “Dormir no solo es una necesidad biológica, también es un mecanismo reparador para el sistema músculo-esquelético. Por eso, respetar las horas de sueño es clave para la salud integral”, subraya.