La práctica de la higiene personal es un pilar fundamental de la salud, pero su exceso podría acarrear consecuencias adversas. Especialistas en dermatología advierten que ducharse en exceso, especialmente con agua caliente y productos agresivos, puede comprometer la integridad de la barrera cutánea, dejando la piel vulnerable a la deshidratación y afecciones dermatológicas.

La piel humana posee una capa lipídica protectora que cumple funciones esenciales en la retención de humedad y en la defensa contra agentes externos. No obstante, el uso recurrente de agua y jabones fuertes tiende a erosionar esta barrera natural, favoreciendo la aparición de sequedad, irritación e incluso infecciones. Según expertos, el riesgo se acentúa en individuos con piel sensible o afecciones como dermatitis atópica, quienes deben adoptar medidas aún más restrictivas en cuanto a la frecuencia y temperatura de la ducha.

“El agua caliente y los jabones con sulfatos eliminan los aceites esenciales de la piel, lo que puede generar inflamación y una mayor susceptibilidad a enfermedades cutáneas”, explican dermatólogos. En este sentido, recomiendan limitar la duración del baño a un máximo de cinco minutos y optar por agua tibia en lugar de caliente para minimizar la deshidratación.

A pesar de la percepción de frescura y limpieza que proporciona una ducha prolongada, los especialistas enfatizan que la moderación es clave. Mantener un equilibrio adecuado en la higiene diaria no solo protege la piel, sino que también preserva su función como barrera natural contra agresores externos.