Un gesto tan simple como un abrazo puede tener un impacto profundo en la salud. Así lo confirman investigaciones conjuntas realizadas por la Universidad de Carolina del Norte y el Greater Good Science Center de la Universidad de California en Berkeley, que revelan cómo los abrazos prolongados —de al menos 20 segundos— provocan una liberación significativa de oxitocina, conocida como la “hormona del amor”. Esta sustancia es clave para reducir el cortisol, la hormona del estrés, generando una sensación de calma y bienestar en quien recibe el abrazo.

Los hallazgos no terminan ahí. Según los expertos, los efectos de un abrazo duradero se extienden al cuerpo entero: disminuyen la presión arterial, mejoran la salud cardiovascular y refuerzan el sistema inmunológico, lo que ayuda a prevenir enfermedades comunes como el resfriado. En palabras de la doctora Elizabeth Lawson, especialista en neurociencias del comportamiento, “un abrazo de 20 segundos no es solo una muestra de afecto: es una medicina natural que el cuerpo reconoce y agradece”.

La recomendación de los investigadores es clara: incorporar a la rutina diaria al menos dos o tres abrazos largos, de 20 segundos o más. “No se necesita receta médica para abrazar, pero sí la intención de cuidar la salud mental y emocional a través de un contacto humano genuino”, concluyen.