En un contexto global donde las separaciones y rupturas matrimoniales se han vuelto cada vez más frecuentes, un creciente cuerpo de investigaciones científicas sugiere que la fe compartida podría ser un ancla poderosa en la preservación del vínculo conyugal.

De acuerdo con un estudio publicado por el Programa de Flourishing Humano de la Universidad de Harvard, las parejas que asisten regularmente a servicios religiosos reducen en hasta un 50 % su probabilidad de divorcio. Sin embargo, el hallazgo más revelador no está únicamente en la asistencia a templos o cultos, sino en la práctica activa y conjunta de la espiritualidad dentro del hogar.

La oración en pareja, la lectura devocional y la conversación espiritual profunda figuran entre los elementos que, según el Journal of Family Psychology, propician una mayor satisfacción conyugal, mejor gestión de los conflictos y un fuerte sentido de apoyo emocional mutuo. Estas rutinas fomentan la empatía, el perdón y una visión trascendente del compromiso, factores que actúan como amortiguadores frente a las crisis naturales de la vida matrimonial.

“No se trata simplemente de religión, sino de compartir una ética de vida y cultivar juntos hábitos positivos que fortalecen la unión”, expresó la terapeuta familiar Milena Paredes, quien ha observado una menor tasa de separación entre las parejas que integran prácticas de fe en su cotidianidad.