En un descubrimiento que ha sacudido las más profundas estructuras sociales, un reciente estudio ha demostrado que, para muchas madres, el hogar puede ser un lugar de mayor estrés que el propio lugar de trabajo. La investigación, liderada por la psicóloga y especialista en comportamiento, Dra. Laura Fernández, ha arrojado resultados sorprendentes sobre los niveles de cortisol —la hormona vinculada al estrés— en mujeres que comparten su jornada entre la crianza de hijos y sus empleos.

El estudio, realizado a través de la medición de cortisol en saliva, fue ejecutado con un grupo representativo de mujeres que equilibran la vida laboral y la maternidad. Los resultados revelaron que, mientras en el trabajo las participantes mostraban niveles de estrés controlados, al llegar a casa los niveles de cortisol aumentaban considerablemente. El análisis sugiere que la carga emocional de las responsabilidades domésticas, sumada a la atención y cuidado de los hijos, genera una tensión mucho más difícil de manejar que la presión profesional que muchas enfrentan a diario.

La Dra. Fernández señaló que este fenómeno es indicativo de una profunda disonancia entre las expectativas sociales sobre el rol de la madre y la realidad cotidiana de estas mujeres. "El hogar, que se supone debería ser un refugio, se ha convertido en una esfera de responsabilidad y sacrificio, donde el estrés no solo es inevitable, sino que parece acumularse de manera más intensa que en el trabajo", expresó la investigadora durante una conferencia reciente.