Reflexiones sobre la productividad y el tiempo
Aburrirse no es perder el tiempo: es el primer paso para volverse creativo

En una época marcada por la dictadura de la productividad, donde las horas parecen insuficientes y las tareas se multiplican sin tregua, detenerse y abrazar el tedio se ha convertido, paradójicamente, en un acto de resistencia. El aburrimiento, ese estado denostado por la cultura del rendimiento, emerge como una grieta necesaria en la rutina, una antesala fértil para la creatividad.
Permitir que la mente divague, que se desprenda de las urgencias dictadas por pantallas y agendas, no es una pérdida de tiempo, sino un ejercicio ancestral de supervivencia emocional y generación de ideas. Estudios neurológicos recientes, publicados en revistas de alto rigor académico, demuestran que el cerebro, cuando no está ocupado en tareas concretas, activa una red conocida como el "modo por defecto". Esta red, lejos de ser un vestigio inútil, está vinculada con la imaginación, la capacidad de resolver problemas complejos y la autoevaluación profunda.
Expertos en neurociencia y psicología sostienen que este estado es esencial para procesar experiencias, conectar conceptos aparentemente dispares y gestar soluciones innovadoras. En palabras de la psicóloga cognitiva Ana Isabel Peralta, "el aburrimiento es un umbral hacia la introspección; al permitirnos estar solos con nuestros pensamientos, la mente crea sin las restricciones del deber".
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