El desayuno, considerado tradicionalmente la comida más importante del día, no debería ser lo primero que hacemos al levantarnos. Así lo sostiene el experto en salud integrativa y psiconeuroinmunólogo Xevi Verdaguer, quien asegura que la forma en que organizamos nuestras comidas, especialmente la primera, tiene un impacto directo en el sistema digestivo, el equilibrio hormonal y la calidad del descanso nocturno.

Según Verdaguer, el intestino necesita tiempo para “abrir sus puertas” antes de recibir alimentos, pues durante la primera hora tras despertarnos, el reloj interno del sistema digestivo regulado por los llamados genes clock aún no está completamente sincronizado con el cerebro.

“Tienes que desayunar cuando tengas hambre, entre las 8 y las 10, pero no inmediatamente después de despertar”, explica Verdaguer. Comer apenas abrimos los ojos puede forzar la digestión en un momento en que el organismo aún está en proceso de transición, lo que podría alterar los ritmos circadianos, provocar picos hormonales innecesarios y generar más ansiedad por la comida durante el día.

El especialista subraya que respetar el ritmo natural del cuerpo no solo favorece una mejor digestión, sino que también contribuye a regular la producción de hormonas clave como la insulina, el cortisol y la grelina, responsables de la saciedad y el metabolismo energético.