En un mundo cada vez más atravesado por el vértigo del estrés, la ciencia ha venido a reivindicar una práctica tan antigua como silenciada: la masturbación. Lejos de los tabúes religiosos o culturales, diversos estudios clínicos han demostrado que la autosatisfacción regular puede tener efectos terapéuticos significativos en el cuerpo y la mente.

Según investigaciones del Instituto Kinsey y publicaciones especializadas como The Journal of Sexual Medicine, masturbarse libera endorfinas, dopamina y oxitocina: neurotransmisores relacionados con el placer, la relajación y el bienestar emocional. Estos compuestos naturales actúan como un ansiolítico orgánico, disminuyendo los niveles de cortisol, la hormona del estrés.

Además, la práctica habitual puede contribuir a mejorar el sueño, reforzar la autoestima, y en algunos casos, aliviar dolores menstruales y migrañas. Especialistas en salud sexual recomiendan verla no como un vicio oculto, sino como una expresión legítima de autocuidado.