Porque lo que nunca fue, deja heridas sin forma pero con peso
Los “casi algo” duelen más de lo que aparentan

En la era de la hiperconexión y las emociones a medio construir, las relaciones conocidas como “casi algo” se han convertido en una constante en los vínculos afectivos contemporáneos. No son noviazgos, pero tampoco simples amistades. No hay promesas, pero sí expectativas. Y, lo más hiriente, no hay certezas. Solo el vaivén angustioso de lo que pudo ser y nunca fue.Desde la óptica de la neurociencia, este fenómeno tiene raíces profundas en el sistema de recompensa del cerebro. Estudios recientes revelan que la ambigüedad emocional activa los mismos circuitos neuronales implicados en las adicciones. La dopamina, neurotransmisor del placer y la expectativa, se libera de forma intermitente ante gestos, mensajes o insinuaciones, generando una ilusión de conexión que rara vez se consolida.Esta activación constante y fragmentaria genera una dependencia emocional. Se idealiza la relación, se sobredimensionan los pequeños gestos y se permanece en un estado de alerta ansiosa, aguardando una definición que no llega. El cerebro, ante la incertidumbre, se mantiene cautivo del “y si”, ignorando la realidad objetiva del vínculo.
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