En el discurrir cotidiano de nuestra sociedad, es común escuchar la expresión popular que asevera: "Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad". Esta máxima, arraigada en la sabiduría popular, sugiere que bajo los efectos del alcohol, las personas tienden a expresar sus pensamientos sin filtro alguno. Pero, ¿qué hay de cierto en esta afirmación? ¿Es el alcohol un catalizador de la sinceridad o, por el contrario, un distorsionador de la realidad?

Investigaciones científicas han profundizado en los efectos del etanol en el cerebro humano, revelando que su consumo impacta significativamente en regiones cerebrales asociadas al juicio y al control de impulsos. La corteza prefrontal, encargada del razonamiento y la toma de decisiones, ve mermada su actividad bajo la influencia alcohólica, lo que conduce a una disminución de las inhibiciones sociales y morales.

Además, el alcohol actúa sobre la amígdala, estructura cerebral que regula el miedo y la ansiedad. Al inhibir esta zona, se atenúan las señales de advertencia que normalmente nos previenen de decir o hacer algo inapropiado, permitiendo una comunicación más libre y, en ocasiones, más honesta.