En tiempos donde la fragilidad emocional suele esconderse tras sonrisas ligeras, vale la pena detenernos a pensar en quienes, aun cargando sus propias sombras, logran iluminar el camino de otros.

Según diversos estudios en psicología emocional, las personas que más consuelan, que provocan una risa cuando el alma pesa, son con frecuencia aquellas que han atravesado momentos de dolor profundo. No es casualidad. La experiencia del sufrimiento las vuelve más empáticas, más atentas al dolor ajeno, más capaces de ofrecer alivio sin condiciones.

La ciencia ha documentado que quienes han experimentado tristeza intensa desarrollan una sensibilidad especial para reconocer el malestar en otros, incluso cuando está disfrazado. Son esos vínculos que no gritan ayuda, pero la brindan. Que no reclaman compañía, pero no se apartan. Que saben lo que duele, y por eso, eligen sanar.

En un mundo donde muchas heridas se ocultan tras una aparente normalidad, reconocer y valorar a quienes hacen del cuidado una forma de resistencia silenciosa, es también una forma de justicia.