La ciencia vuelve a confirmar lo que muchos practicaban por intuición: una ducha antes de dormir no solo relaja el cuerpo, también podría alargar la vida. Así lo afirma un estudio reciente que vincula el hábito nocturno del aseo personal con mejoras en la calidad del sueño y beneficios a largo plazo sobre la salud general.

Investigadores especializados en cronobiología y neurofisiología del sueño analizaron los efectos de ducharse en la noche, concluyendo que esta práctica ayuda a regular la temperatura corporal, induce un estado de calma y favorece la liberación de melatonina, la hormona que regula el ciclo sueño-vigilia.

“El cuerpo interpreta el descenso de temperatura tras la ducha como una señal biológica para prepararse al descanso”, señalaron los expertos. Esta regulación térmica facilita el tránsito hacia las fases más profundas del sueño, donde se producen procesos de reparación celular y fortalecimiento del sistema inmunológico.

A largo plazo, quienes mantienen este ritual nocturno muestran una menor incidencia de trastornos del sueño, niveles reducidos de estrés y una mayor esperanza de vida, según arrojaron los datos del estudio.